jueves, 16 de febrero de 2012

Almendra y las Malvinas

La muchacha ojos de papel, pequeños pies, fue la banda sonora de mi adolescencia. Resulta raro que esa melodía melancólica encajara con los primeros y turbulentos años setenta. De hecho, fue cruzada o copada por otras canciones y la banda sonora ya fue otra: los Quilapayún, Mercedes Sola, los Olimareños, y Daniel Viglietti que nos animaba a desalambrar, que la tierra es nuestra, es tuya y de aquél. ¿Hubo quizá algo incompatible entre el espíritu libre, eléctrico y rocanrolero de Spinetta y el espíritu sectario y dogmático de la militancia extra juvenil de aquellos años? Más de una década después llegaría Charlie y sus dinosaurios y los muchachos del barrio que pueden desaparecer. Pero eso ya es otra historia.
 Con la muerte de Spinetta leo en muchos blogs recuerdos personales de los años setenta, ochenta y noventa, y resulta evidente que fue la banda sonora de épocas muy diferentes y de más de una generación. En mi memoria personal (subjetiva como todas las memorias personales) era una especie de recuerdo silenciado. Y en la memoria colectiva que brota en muchos artículos que leo estos días, Spinetta era o es un recuerdo encendido, vivo, compartido.
Justamente, el tema de la memoria colectiva está hoy muy traído y llevado a propósito de otro tema: la disputa por las Malvinas. Primeras planas de los periódicos y un insólito consenso. Parece que el patrioterismo no tiene fronteras K o anti K y todos esperan réditos de agitar esa bandera fraudulenta. Como sino hubiese sido suficiente con una estúpida guerra, parece que ahora todos quieren montar otra.
Si con la muerte de Spinetta brota una memoria lúcida, con el retorno del fantasma de las Malvinas vuelve una memoria ominosa: ¿vamos a retroceder al delirio sanguinario del 82? En estos tiempos de crisis del euro, me imagino a Cristina y a Cameron en el último G20, poniéndose de acuerdo para soltar el toro de la patria y aliviar presión frente al tándem diabólico USA/ Euro...esperemos que la cosa no pase de la pura fantochada.

lunes, 6 de febrero de 2012

Rodrigo García se empeña en hacer películas sensibles, cursis, dramáticas y con mujeres. Parece que quiere a sus personajes hasta que la caga y las mata o las maltrata. En Madres e Hijas, Naomí Watts muere en el parto por cabezonería, impensable en un personaje que hasta ahí se portaba de una manera inteligente. En Albert Nobbs (no se si está bien escrito), el personaje que interpreta Glenn Close y protagonista de la película, es rematadamente tonta cuando se comporta como el enamorado de una de las camareras del hotel donde ambos trabajan. Hacerse pasar por hombre era una forma de supervivencia, y ella lo ha conseguido durante años, pero lo logrado como hombre no sabe como defenderlo como mujer. Será por eso que la interpretación de la actriz, que la han nominado al Oscar, me pareció plana y aburrida, sobretodo al lado de la otra mujer disfrazada de hombre de la película y que hace de pintor de brocha gorda. Además los personajes están encerrados en planos medios que no les dejan respirar ni moverse libremente, salvo dos breves instantes de felicidad cinéfila: la cena en casa del pintor, y la escena en el mar de los dos trasvestidos, vestidos de mujer.
Lo extraño es que el hijo de García Márquez da el pego con sus pelis sensibles y femeninas, aunque esta última al menos no es tan manipuladora y sensiblera como Madres e hijas. Por eso encuentro extraño que amigos entusiastas profanos del cine como yo, se hayan fascinado con esas madres e hijas, y sin embargo, no hayan podido entrar en el encantamiento del maravilloso cuento de hadas llamado El Havre de Aki Kaurismaki.
Continuará...

jueves, 2 de febrero de 2012

Me hubiera gustado llamarle Tacones Lejanos, porque las palabras vendrían como pasos del pasado, o simplemente cascotazos, con menos lírica y más metáfora de antiguo régimen, aunque el nombre evoque peli moderna a tope. Una de las pelis de Almodóvar que más me gustan porque tiene al medio ese baile musical en el patio de la cárcel, donde está presa Victoria Abril, con la despampanante Bibi (cuando ése era su nombre) marcando el ritmo. El propio título parece un oximorón como si los tacones, el ruido contundente de un tacón no se aviniera bien con la nostalgia o la lejanía. En cualquier caso, el nombre, claro, estaba pillado, y para que arriesgarse a que la temible SGAE mandara sus esbirros. Así que se llama elaguadeltanque en homenaje a mi ciudad natal (Córdoba, Argentina) y sus diferentes formas de describir que a uno le falta un tornillo: "le falta un jugador en la cancha" "se le caen los caramelos del bolsillo" "está chapita" "no le llega el agua al tanque"... y otras maneras que ahora no recuerdo pero que ya me las soplará mi sobrina Alejandra Baldovín, poeta, escritora y cordobesa hasta la médula. Voy a darle con el ratón a "publicar" antes que me arrepienta de esta ¿aventura? que comienza. Por si acaso, y para curarme en salud os dejo una de las tantas inapelables frases de Viaje al fin de la noche de Céline: "Más vale no hacerse ilusiones, la gente nada tiene que decirse, sólo se hablan de sus propias penas, está claro. Cada cual a lo suyo, la tierra para todos. Intentan deshacerse de su pena y pasársela al otro, en el momento del amor, pero no da resultado y, por mucho que hagan, la conservan entera, su pena, y vuelven a empezar, intentan otra vez endosársela a alguien". Es suicida poner cualquier cosa que uno escriba al lado de la prosa de Céline (alguien me dijo que la de este libro era una prosa peronista, buen tema para un futuro post), por ahora aquí estoy, intentando deshacerme de mi pena. Para título de blog, demasiado drámatico. ¿Cómo lo véis?